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Algunos problemas bucodentales en la infancia.

La infancia es una etapa compleja en lo que se refiere a la salud dental. Se forma la dentadura provisional, los llamados dientes de leche, y se procede a su sustitución por la dentadura definitiva. En este proceso pueden aparecer problemas que nos resultan alarmantes, pero que tienen solución. Hablaremos de algunos de ellos.

La enfermedad dental más común en la infancia es la caries. Se previene educando a nuestros hijos en llevar una correcta higiene dental y en visitar periódicamente al dentista, que efectuará un seguimiento de la progresión de la dentadura del niño y nos indicará pautas a seguir. No quiero hablar en este artículo de estas enfermedades tan habituales, sino de otros fenómenos que alarman a padres e hijos como la aparición de llagas en la boca, los traumatismos dentales o los llamados dientes de tiburón.

Recuerdo, cuando era niño, que mi primo solía sufrir a menudo llagas en la parte interna de la boca. A la altura de las mejillas. Era una situación dolorosa. Sentía ardor en la zona y perdía el apetito, le resultaba incómodo comer. Su madre le suministraba una especie de pomada, que se la aplicaba con un pincelito y poco a poco, la llaga se iba cerrando. Mi tía estaba preocupada. Su hijo pasó por esta situación al menos tres o cuatro veces. A medida que iba creciendo, el problema de las llagas fue desapareciendo. Ya de adulto, al menos que yo tenga constancia, no ha tenido dolencias de este tipo.

Otra situación que me alarmó cuando era pequeño, fue cuando a un compañero de clase en primaria, jugando en el recreo, con esos juegos tan bestias que a veces tenemos los niños, le rompieron un diente. Se trataba de una paleta. Un incisivo de la parte de la delantera, en la arcada de arriba. Además de que afeaba su imagen y el niño evitaba sonreír, el diente estaba tan afilado que le arañaba la punta de la lengua.

Aunque se trata de un diente de leche, que algún día se sustituirá, no es bueno olvidarse de él. A mi compañero le resultaba incómodo. Este es un problema que hoy en día se puede resolver. Los dentistas de C.K.A. Grupo Dental, con clínica en la ciudad de Alcorcón (Madrid), comentan que se puede reconstruir un diente fracturado con composite. Una resina moldeable que se emplea en la colocación de carillas dentales. De esta manera, el niño recupera calidad de vida.

Profundicemos en estos problemas y en alguno que otro más.

Traumatismos dentales.

Que un niño se rompa un diente es un suceso normal. No es que le suceda a todos los niños, pero tampoco es algo extraño. Un niño puede sufrir un golpe en la boca porque se ha caído de la bicicleta, porque ha caído del columpio, por un golpe mal dado jugando, etc. Cuando esto sucede, el niño se pone nervioso, por lo que los adultos debemos mantener la calma y consolarlo, indicándole que la situación se arreglará.

Es un error que los padres no busquemos una solución, pensando que el diente es de leche y que tarde o temprano será sustituido. El traumatismo afecta a la integridad física del niño. Además de mermar su autoestima, dependiendo como sea el golpe, le puede producir hipersensibilidad al frío o al calor y generarle molestias al comer. El problema es mayor aún, cuando lo que se ha roto es un diente definitivo. No va a estar con el diente partido toda su vida.

Si sucede una situación como esta, los padres deben acompañar a su hijo al dentista. Para evaluar el alcance de la lesión y adoptar medidas reparadoras. Por suerte, cualquier pieza dental, aunque sea un diente de leche, se puede reconstruir como si se estuviera colocando un implante.

Llagas en la boca.

Las aftas o llagas en la boca son un proceso infeccioso que se puede producir en los tejidos blandos de la cavidad bucal, en la lengua o en el paladar. No se puede determinar categóricamente cuál es su causa principal. El blog de la empresa sanitaria Sanitas señala que suele deberse a uno de estos 5 factores:

  1. Traumatismos accidentales, como pueden ser mordeduras involuntarias en las mejillas, golpes en los dientes, etc.
  2. Deficiencias nutricionales. Especialmente, falta de vitamina B-12, ácido fólico y hierro. Una de las cosas que debemos analizar cuando se producen, es si nuestro hijo está llevando una alimentación equilibrada o si necesita algún suplemento alimenticio.
  3. Estrés. El estrés y la ansiedad afectan al sistema inmunológico. Reducen las defensas del cuerpo. Por lo que aumenta la posibilidad de sufrir dolencias de este tipo. La aparición de llagas puede ser una señal que alerta que el niño está sometido a una gran presión y, por tanto, debe relajarse.
  4. Intolerancias y alergias alimentarias. Las llagas pueden aparecer como una reacción ante la ingestión de determinados alimentos a los que el niño es alérgico.
  5. Infecciones virales y bacterianas. Las llagas pueden ser una erupción que surja como consecuencia de la acción de virus y bacterias. Hay casos de herpes común que se manifiestan por medio de llagas en el interior de la boca. Otra enfermedad que produce llagas es la candidiasis bucal. Son enfermedades víricas, como la gripe, que actúan de esta forma. Estas enfermedades son contagiosas y se transmiten por la saliva. De ahí la prevención de no compartir vaso con una persona afectada por llagas.

Para curar las llagas existen una variedad de cremas y pomadas, que se aplican sobre la llaga y que reducen el dolor y la inflamación, favoreciendo la cicatrización de las heridas abiertas. Estas cremas se adquieren en la farmacia, en la mayoría de los casos, sin receta médica.

Cuando aparecen las llagas es importante evitar la ingestión de alimentos ácidos y picantes. Ya que estos pueden irritar las heridas. También existen remedios caseros que alivian el dolor que ocasionan estas infecciones. Como son enjuagarse la boca con agua salada o con agua y bicarbonato.

Una llaga tratada tiende a curarse en unos 15 días desde que se empieza a aplicar el tratamiento. Si la llaga dura más tiempo, o aparece de forma recurrente, es aconsejable visitar al dentista para que investigue su origen y descarte problemas más graves.

Las llagas no dejan de ser alarmantes, principalmente por las molestias que producen en la persona que las sufre, pero igual que sucede con los traumatismos dentales, debemos buscar una solución y no darle más importancia de la que merece.

Dientes de tiburón.

Esta es una anomalía que sucede en el recambio dentario. Cuando un diente definitivo emerge, por una parte de la encía que no le corresponde, sin que se haya caído el diente de leche que viene a sustituir.

En el proceso de sustitución de la dentadura, los dientes definitivos, que se están formando en el interior de la encía, reabsorben la raíz de los dientes de leche, favoreciendo su caída natural y dejando un espacio libre para que emerja la pieza dental nueva. Como señala la revista digital «Bebé y Más», hay ocasiones en que los dientes de leche son demasiado fuertes y se resisten a caer. Esto obliga a los dientes nuevos a salir por un lugar que no les corresponde. Creando una segunda fila de dientes.

Además del efecto estético que produce este fenómeno, debemos prestarle atención, puesto que puede crear zonas propensas a sufrir caries, infecciones bacterianas y generar problemas de mala oclusión dentaria.

Otra de las razones por las que puede aparecer este fenómeno es por un apiñamiento en la dentadura. Un niño tiene una dentadura de 20 piezas dentales, mientras que la dentadura definitiva está conformada por 32. Si la sustitución de los dientes no se efectúa de forma acompasada al crecimiento de las estructuras bucales, los nuevos dientes pueden terminar montándose unos sobre otros.

En teoría, si el diente de leche se cayera, facilitaría que el diente nuevo saliera por donde le corresponde. Sin embargo, no debemos forzar la caída de los dientes, ya que podríamos dañar la encía y el diente definitivo. El recambio debe producirse de forma natural. Si aparece esta situación en la que los dientes se posicionan en dos filas, debemos llevar a nuestro hijo al dentista. Él será el que valorará la extracción del diente que está obstaculizando el recambio y tomará las medidas oportunas para reconducir la pieza dental nueva a su sitio.

Este fenómeno suele dar lugar a una mala mordida y una mala oclusión entre las arcadas superior e inferior. Una situación que se deberá corregir con el tiempo mediante una ortodoncia. Es el dentista el que valora cuál es el momento oportuno para aplicar este tratamiento. Por lo general, se suele efectuar a partir de los 14 o 16 años, cuando la dentadura definitiva está conformada, en lo fundamental. De todos modos, en situaciones excepcionales, el odontólogo puede valorar la opción de colocar aparatos correctores a partir de los 11 años.

Estos son problemas bucodentales extraordinarios que pueden aparecer en la infancia y que se pueden resolver mediante una correcta asistencia dental.

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