¿Conocéis el refrán ese de “Vísteme despacio que tengo prisa” o lo de “Si algo puede salir mal, saldrá mal”? ¿Y el de que “todo se estropea cuando más lo necesitas”? Pues todos, los tres, tienen razón. Estoy cansada de tener electrodomésticos y aparatos en casa en perfecto estado que apenas se usan y que luego, el día que quieres utilizarlos, descubres que se han roto, pero la realidad es que esto ocurre más de lo que me gustaría.
En casa vivimos mi marido, mi madre (de 87 años) mis dos hijos y yo y teniendo en cuenta la zona de levante donde residimos es bastante comprensible que necesitemos los servicios de ciertos aparatos para ayudarnos a pasar el verano ¿verdad? Como el ventilador o el aire acondicionado. Pues bien, este año vamos justos… ¿qué digo justos? Justísimos de dinero, así que no me viene nada bien que se haya roto el aire acondicionado porque en menos de un mes o mes y medio ya estamos teniendo que ponerlo a toda leche si no queremos que los niños o la abuela se nos mueran con la lengua fuera. Así que… he optado por el “arréglalo tú mismo”.
La primera en la frente
Lo primero que he hecho es llamar a un técnico para qué me diga que narices le pasa al aparato del aire y, por lo visto, al aparato en sí no le pasa nada pero sí al tubo de la instalación así que la solución pasa por cambiar ese tubo. Hasta ahí todo bien ¿verdad? Pues nada, le pago los 50 eurazos que me cobra por venir a darme presupuesto (ni de coña la gasolina le ha costado eso) y me dispongo a buscar una empresa que me venda ese dichoso tubo de las narices.
Busco, busco y al final, encuentro: Repolen. Una empresa que se dedica a la fabricación de tubos y accesorios de polietileno y mil cosas más que yo no sé para qué sirven pero que por lo visto están bien de precio (o al menos eso dicen los foros).
El caso es que ahora estoy aquí en casa con el tubo en la mano y sin tener ni la más remota idea de qué hacer con él. Y algunos de vosotros pensaréis que espere a mi marido para verlo juntos ¿no? Pues no, porque si yo soy poco manitas él lo es menos. Tiene manos de oso, torpes y grandes, y no le gusta nada el bricolaje.
En YouTube he encontrado este vídeo que lo explica bastante bien, la verdad. En realidad lo que explica es cómo instalar el aparato en sí pero ahí se ve dónde va el tubo así que puede ayudarme en mi empeño. Lo bueno de todo esto es que ahora encuentras vídeos y explicaciones de todo en Internet y si tienes un poco de gracia (o mucha necesidad) puedes lanzarte al vacío de cabeza e intentar arreglar las cosas tú mismo. El resultado ya es otro tema porque habrá gente a la que le salga todo muy bien y otras a las que nos salga muy mal… bueno, yo aún no sé cómo me va a salir pero muy positiva no estoy, la verdad.
Sea como sea he de decir que animo a todas las madres de familia, a todos los papás y a todo el mundo en general a intentar a hacer las cosas por su cuenta y riesgo porque yo, a lo tonto a lo tonto, me he ahorrado un buen dinero que he dedicado a otros menesteres como los libros escolares de mis hijos que casi no puedo pagar porque se me rompió la lavadora en ese preciso momento, pero… la arreglé yo… con mis manitas y un vídeo en Internet.