Me encanta ir de viaje con mis hijos. Hay quienes prefieren hacerlo en pareja y dejar a los niños con las abuelas para poder relajarse y yo lo respeto totalmente porque, de hecho, de vez en cuando intento que mi madre se quede con los peques para tener un día o una noche romántica con mi marido, pero lo de viajar me encanta hacerlo en familia.
Puede parecer un engorro, y a veces lo es, pero luego ves la expresión que ponen los enanos cuando ven algo nuevo que les llama la atención y piensas: merece la pena.
Hace unos meses, en verano, los llevamos a Granada. Aún no me atrevo a meterlos en un avión porque son pequeños y a veces se ponen nerviosos, pero intento mostrarles los encantos de España viajando en nuestro propio vehículo. Cuando llegamos a la Alhambra y empezamos a contarles historias de guerras mozárabes y princesas empezaron a abrir los ojos de par en par y a preguntar por todo lo que veían y lo mejor de todo es que no tuvimos que inventar ni adornar nada, simplemente cogimos la historia y se la contamos para ellos, adaptada a su nivel, y se emocionaron tanto que aún van contando a nuestros familiares todo lo que vieron allí.
Ahora, en Navidad, queremos llevarles a Córdoba y vamos a contratar un tour con Visitours porque nos han dicho que tienen un guía que es un cielo con los niños, de hecho vamos a preguntar directamente por él cuando reservemos plaza para los cuatro, y también queremos llevarles al Palacio de Viana, la Mezquita de Córdoba y la Sinagoga.
Hay que saber cómo llamar su atención
Hay quien cree que no se les puede enseñar la verdadera historia de aquello que visitan porque no saben apreciarlo, se aburren y empiezan a molestar, pero lo que verdaderamente ocurre es que no saben contarles la historia a ellos. Obviamente no puedes ponerte a pasar páginas de una enciclopedia, tienes que contarles todo como si fuera un cuento, una historia interesantísima de la que quieran saber más y os puedo asegurar que no es necesario mentir ni inventar. Sólo hay que saber captar su atención.
Es como cuando veo a algunos niños pequeños que no quieren hacer según qué cosas y sus madres les regañan y castigan con apenas 5 o 6 años. Tienen que aprender a conseguir que los niños hagan lo que ellas quieren sin darse cuenta. Mi hijo pequeño, por ejemplo, nunca quiere cambiarse de ropa, puedes pedirle lo que quieras menos eso, así que cuando se pone enrabietado diciendo que no quiere cambiarse lo siento conmigo y empiezo a contarle una historia muy interesante, o a contarle chistes tontos para que se ría y se olvide de lo que quiero que haga y entonces, mientras seguimos hablando, empiezo a tirarle de la manga de la camiseta y él mismo empieza a quitársela y sigue hablando emocionado mientras le paso la ropa que quiero que se ponga. Conclusión: al final se cambia prácticamente sólo sin rabietas, ni lloros, ni castigos.