¿Realmente sabemos lo que comemos? A veces me doy cuenta de que nos mete de todo en los alimentos que compramos en los supermercados pero nosotros apenas nos damos cuenta y tragamos como un rebaño de ovejas. Hace poco leí que en los últimos análisis, un estudio demuestra que hay hamburguesas que contienen ADN de rata y ADN humano pero los consumidores somos fieles a eso de “ojos que no ven, corazón que no siente” y nos los comemos sin más.
Este estudio del que os hablo daba cifras realmente alarmantes sobre las hamburguesas, un producto que doy de comer, a menudo, a mis hijos. Primero os contaré lo menos alarmante como, por ejemplo, que el 46% de las muestras tenían más calorías de las que aparecían en la etiqueta y el 49% más carbohidratos.
Estos datos, aunque puedan mosquear a más de una (sobre todo si está a dieta) no son alarmantes porque no van a influir negativamente en nuestra salud, pero a ver si opináis lo mismo del resto:
- El 14% de las hamburguesas analizadas, incluyendo las vegetarianas, presentaron problemas de contaminación, higiene o inconsistencias en los ingredientes.
- El 7% de las hamburguesas contenían productos que no debían tener, como carne de res o cerdo en productos de pollo, pavo o cordero, o incluso centeno que no estaban en los ingredientes.
- El 16% no tenían todos los ingredientes que anunciaban en el empaque.
- El 1,6% presentaron problemas de higiene
- Y lo más preocupante, el 4,3% de las hamburguesas analizadas contenían patógenos contaminantes como la Yersinia pseudotuberculosis, que puede causar síntomas como los de la tuberculosis, la yersinia enterocolitica o la Escherichia coli.
Todo esto, lo único que hace es demostrarme que no puedo fiarme ni de mi propia sombra. Que puede que esté comprando un producto sano para mis hijos, según lo que dice la etiqueta, y que la realidad sea muy diferente.
Busquemos soluciones
Desde algunos meses ya, he cogido la costumbre de acceder a un directorio de productores agrícolas en España, spainfreshexporters.com, y busco a productores de la zona que tengan venta directa, sin pasar por distribuidores, y les compro a ellos directamente toda la fruta y verdura que puedo. Económicamente ni ahorro ni gasto más, tal vez el mayor trabajo sea el de la búsqueda, pero merece la pena porque al menos me quedo tranquila cuando le hago una ensalada a mis hijos o cuando les preparo un zumo de naranja natural.
Con la carne ya es más complicado porque ni siquiera comprando los productos en supermercados ecológicos puedes asegurarte de que lo que compras es lo que realmente quieres, aunque tal vez tenga más posibilidades de que sea un producto sano, o al menso eso pienso yo.
También es muy curioso leer con detenimiento algunas etiquetas porque tú crees que estás comprando un producto español y luego resulta, que no lo es. Leemos eso de “Envasado en Sevilla” y nos creemos ya que es un producto sevillano de gran calidad, pero se nos pasa seguir leyendo un poco más abajo donde pone el lugar en el que se ha cultivado y… ¡sorpresa! Fue en un país que no sabes ni situar en el mapa.
Personalmente creo que, cada día más, todos debemos vigilar nuestra alimentación y mucho más cuando hablamos de comida familiar.