Desde que nuestros hijos son pequeños, conviene inculcarles una serie de rutinas y de valores relacionados con su salud. Con pocos años no se tiende a valorar un aspecto como este y, en consecuencia, se adquiere una serie de hábitos nada beneficiosos para el cuerpo y para las diferentes piezas que lo componen. Este énfasis en la prevención en muchas ocasiones falla y por tanto, son cada vez más los niños que sufren un importante elenco de problemas.
Afortunadamente, existen auténticos especialistas en ponerle remedio a estos problemas. No obstante, hay que saber en quién confiar para ponernos en sus manos. No vale hacerlo en las de cualquiera. Es nuestra salud la que está en juego y debe ser ella nuestra principal prioridad en todo momento. Sin lugar a vacilaciones ni dudas.
En la actualidad mi hijo tiene 9 años. Desde pequeño su madre y yo le hemos inculcado esos valores y rutinas de las que hablaba al principio, y de hecho durante un tiempo lo conseguimos. Una de nuestras prioridades era que el niño se lavara los dientes a diario a fin de que no pareciera ningún problema y era este uno de los mejores hábitos que había aprendido. Sin embargo, desde hace dos años perdimos la costumbre y fue cuando el muchacho comenzó a despistarse más y más.
Por desgracia, esto se notó y en sus dientes comenzó a aparecer la caries. Fue cuando la preocupación se empezó a apoderar de mi mujer y también de mí. Sabíamos cuál era la importancia de una correcta salud bucodental y por tanto conocíamos los inconvenientes de no poseer dicha salud. Lo que teníamos que hacer a partir de entonces estaba claro: acudir a una clínica dental para obtener la mejor solución posible. Y cuanto antes.
Empezamos a recopilar datos sobre diferentes clínicas especializadas en odontología. Había más de las que me hubiera imaginado, pero teníamos bien claro que deberíamos escoger la que más confianza nos proporcionara y no la primera que viéramos. Y la que más nos convenció fue la Clínica Dental Ábalo, que contaba con una buena nómina de experimentados especialistas y que además nos proporcionaba una financiación sin intereses de ningún tipo, algo que no nos venía mal debido a la maltrecha economía familiar.
Acudimos a una primera cita y en la exploración que le hicieron a nuestro hijo detectaron que, además de tener que eliminar la caries, también era necesario empastar algunas de las muelas. Había riesgo de que el estado de la boca fuera a peor, por lo que decidimos no esperar y dar luz verde para que se procediera a instalar los empastes correspondientes y se eliminara esa caries.
Agradables sensaciones
Acudimos un total de tres veces a la clínica hasta que se completaron todas las operaciones que debían realizarse. Nos habían recomendado que, por el bien del chaval, no tuviéramos prisa y quisiéramos hacerlo todo en un día. Convenía dejar que pasaran unos días y que la boca y los dientes fueran acostumbrándose a los cambios poco a poco. Sin prisas. Así lo hicimos y los resultados fueron extraordinarios.
Una vez acabado el proceso, solo teníamos que escuchar lo que nos decía nuestro hijo para darnos cuenta de que nuestra decisión había sido la mejor posible. Según nos contaba, en ese momento ya no sentía molestias y de nuevo podía volver a masticar con comodidad y sin el miedo que da el hacerlo sabiendo que podemos sufrir sobremanera. La normalidad había regresado a su boca y, por tanto, a su vida diaria.
Una vida diaria que vuelve a ser completamente un motivo de felicidad. La verdad es que da gusto comprobar que, cuando llega a casa, el muchacho está alegre y dispuesto a hacer de su vida en familia algo inolvidable, cuestión esta que solo se puede lograr con una salud plena y en la que no haya hueco para ningún tipo de dolor.