Tal vez no exista nunca un personaje televisivo que vista más camisetas diferentes que Sheldon Cooper en The Big Bang Theory (Chuck Lorre y Bill Prady, CBS, 2007 – actualidad). El científico interpretado por el actor Jim Parsons luce unas camisetas originales que varían hasta el punto de llevar una distinta en cada capítulo. A veces incluso en secuencias distintas. Cuando mi padre y yo coincidimos viéndolo en casa, nos gusta contar el número de prendas que lleva. Aunque lo cierto es que hay gente que se nos ha adelantado y ha creado incluso gráficos significativos, con todo lujo de detalles, sobre las diferentes prendas que viste el doctor Cooper en la ficción que emite la cadena CBS (en nuestro país es emitida por Antena 3 Neox).
Lo cierto es que el mercado de las camisetas de películas y series, además de otras camisetas más específicas (cualquiera aquí utilizaría el término friki), ha aumentado muchísimo en los últimos años. El consumo de televisión y cine ha cambiado su paradigma con la entrada de nuevas plataformas digitales de pago por visión (Filmin, Netflix, Yomvi, Wuaki y otras nuevas webs de visionados) y también con la cada vez más creciente piratería de contenidos, que lleva cada vez más obras a los ordenadores y pantallas de las viviendas de nuestro país. Sin embargo, lejos de quedarse ahí, el consumo de ficción televisiva, tanto familiar como individual, ha ido mucho más lejos en los últimos tiempos. Se puede decir, con toda la razón, que hace tiempo que la ficción televisiva ya superó la pequeña pantalla para pasar a convertirse en uno de los pilares básicos del mercado del entretenimiento.
Y en lo referente al merchandising las camisetas divertidas, de series o de películas son, además de un pequeño guiño, una forma de expresar nuestras adscripciones y gustos de una forma personal y no demasiado llamativa. No es extraño ver un joven en el metro o el tren que vista una camiseta con el logotipo de una empresa ficticia tan carismática como Los Pollos Hermanos, uno de los centros neurálgicos de la serie Breaking Bad (Vince Gilligan, AMC, 2008 – 2013), considerada para muchos la mejor de la historia. O una chica que lleve en su serigrafía alguna de las frases e incluso la imagen del alucinado detective Rust Cohle, con el que Matthew McConaughey deslumbró en la primera temporada del serial True Detective (Nic Pizzolato, HBO, 2014 – actualidad). El catálogo cada vez es mayor y más diverso, de la misma forma que el abanico de series distintas que se pueden encontrar en emisión en todas las cadenas convencionales, así como en internet, ya sea en plataformas legales o bajo el signo de la calavera y los huesos.
Sin embargo, no es el único mercado que se ha pasado a las camisetas. Desde hace unos años, lo que antiguamente era casi una rareza reservada a mundos muy especializados se ha convertido en algo perfectamente habitual. Yo, por ejemplo, cuando estudié en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid sí veía multitud de rostros de cineastas como Alfred Hitchcock o Martin Scorsese, o eslóganes de bandas de rock, o personajes de cómic en las camisetas de mis compañeros. Ahora, en cambio, todos visten este tipo de prendas. Y no solo los adultos. Muchos padres jóvenes también compran este tipo de prendas para sus hijos pequeños, que tan pronto visten con la equipación de su equipo favorito de fútbol como lo hacen con una camiseta de Juego de tronos (David Benioff y D. B. Weiss, HBO, 2011 – actualidad), en la que se significarán, seguramente, con la familia preferida por el padre o la madre, que es quien elegirá el modelo y el color.
Y hablando de colores y modelos, para gustos los mismos. El amplio avance del mercado de camisetas online ha propiciado un crecimiento en cuanto a la creación de espacios web en los que se venden este tipo de creaciones. Es el caso de la tienda Fanisetas, un ejemplo de negocio que ha surgido de esta fascinación conjunta por el mundo de la ficción y lo “friki” en conjunción con las camisetas. Y que viva el precursor Sheldon Cooper.